Esos dolores…
Por lo general tendemos a generalizar los dolores, es decir, los medimos en importancia comparándolos con otros, propios y ajenos, pero la realidad es que son todos diferentes y no son medibles, pero lo que es seguro, es que todos son y para cada uno de nosotros, una sensación espantosa.
Cuando el dolor es físico tenemos a la medicina que nos ayuda a pasarlos de mejor manera, pero cuando son de esos que duelen en el alma, son imposibles de aliviar.
Se nos cierra el pecho, nos quedamos sin aire y nos duele tanto que se pueden ver en nuestro rostro y hasta nos enferma el cuerpo.
Existen los psicólogos, los psiquiatras, que recetan antidepresivos, ansiolíticos y todo tipo de medicina que de alguna manera ayuda, pero siguen estando ahí causando estragos.
Generan angustia, esa que duele tanto que pensamos que nos dará un infarto, nos oprime el pecho, el cuerpo empieza a suspirar para sacar un poco de ese aire pesado que quedó atrapado, la única cura posible que conozco para esta angustia es el paso del tiempo.
El duelo es el mejor ejemplo de esto, uno se resigna, no queda otra, pero ese dolor instalado en el alma, jamás se irá.
No habrá momento en nuestra vida que dejemos de recordar a ese ser amado, sin que esto nos cause un terrible dolor, recuerdos que se van perdiendo, aunque uno luche contra esto, todo se va yendo, de a poco, hasta la voz de esa persona se esfuma en nuestra mente.
¿Qué contradictorio, no? Esperamos que el tiempo cure nuestros dolores, pero por otro lado, le pedimos a nuestra mente que retenga esos recuerdos, sin dejar que el tiempo haga su trabajo.
Te extraño mucho, te quiero mucho, me doles mucho.
Por lo general tendemos a generalizar los dolores, es decir, los medimos en importancia comparándolos con otros, propios y ajenos, pero la realidad es que son todos diferentes y no son medibles, pero lo que es seguro, es que todos son y para cada uno de nosotros, una sensación espantosa.
Cuando el dolor es físico tenemos a la medicina que nos ayuda a pasarlos de mejor manera, pero cuando son de esos que duelen en el alma, son imposibles de aliviar.
Se nos cierra el pecho, nos quedamos sin aire y nos duele tanto que se pueden ver en nuestro rostro y hasta nos enferma el cuerpo.
Existen los psicólogos, los psiquiatras, que recetan antidepresivos, ansiolíticos y todo tipo de medicina que de alguna manera ayuda, pero siguen estando ahí causando estragos.
Generan angustia, esa que duele tanto que pensamos que nos dará un infarto, nos oprime el pecho, el cuerpo empieza a suspirar para sacar un poco de ese aire pesado que quedó atrapado, la única cura posible que conozco para esta angustia es el paso del tiempo.
El duelo es el mejor ejemplo de esto, uno se resigna, no queda otra, pero ese dolor instalado en el alma, jamás se irá.
No habrá momento en nuestra vida que dejemos de recordar a ese ser amado, sin que esto nos cause un terrible dolor, recuerdos que se van perdiendo, aunque uno luche contra esto, todo se va yendo, de a poco, hasta la voz de esa persona se esfuma en nuestra mente.
¿Qué contradictorio, no? Esperamos que el tiempo cure nuestros dolores, pero por otro lado, le pedimos a nuestra mente que retenga esos recuerdos, sin dejar que el tiempo haga su trabajo.
Te extraño mucho, te quiero mucho, me doles mucho.
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